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Adiós, Carolina

Carolina Rodríguez realizando un salto en su ejercicio de pelota

«Un diploma olímpico en Río me sabría a medalla», palabras de Carolina Rodríguez hace unas semanas. Un diploma que ha sabido a victoria, a superación y a despedida. Lo dulce de su “medalla” y lo amargo de la despedida de más de veinte años de gimnasia.

Carol levantó al público con aro. Carol levantó al público con mazas y lo hizo también con cinta. Suena Diana Navarro y el pabellón deja de respirar. Sensibilidad pura, expresión máxima, la emoción digna de la una coreografía en memoria a un hermano fallecido, aquel que prometió a Carolina que sería olímpica. Sí, Carolina es olímpica, y en su nombre ha bordado un ejercicio lleno de sensibilidad.

El público no necesita explicaciones. Carolina siente y muestra con el cuerpo, con el rostro, con la elegancia que le hace destacar entre las diez primeras gimnastas del mundo. Conmocionó a Río y conquistó al jurado: 70.515 de puntuación y pase directo a la final como séptima clasificada. «Un diploma olímpico en Río me sabría a medalla» resonando en nuestras cabezas, pero conscientes de la dificultad de alzarse entre las ocho primeras gimnastas del mundo, esperamos a la resolución final.

Primera rotación y aro en mano, Carol vuelve auténtica y con marcado estilo español. Disfruta y se le nota, y disfruta con ella la afición, todo calor y apoyo en estas jornadas de Río. 17.616 de puntuación, se mantiene entre las mejores de la final.

17.683 en el ejercicio de pelota. Aparca aquí la sonrisa radiante y vuelve a conmocionar a la afición. Levanta de nuevo al pabellón con el ejercicio de mazas, puntuado con un 17.700, en el que una vez más destaca por su potencia en los giros, la flexibilidad de hombro y el carisma con tan marcado acento español. Ruth Fernández, su entrenadora desde el comienzo, la espera emocionada en la orilla del tapiz. Las cámaras no han dejado de enfocarla —ni ella de abanicarse—, puesto que el nerviosismo y la superación han sido conjuntos. Ríen y saludan, y el público pita la nota exigiendo más, pero ellas no la reclaman.

Se acerca su última actuación y se nota. El pabellón ya le espera con palmas antes de que Carol pise el tapiz. Estábamos a la espera de los noventa segundos finales de la carrera de una de las mejores gimnastas de la historia de nuestra rítmica. Y con la cinta en la mano y su carisma arrollador, pone fin a su presencia en la gimnasia de élite. Una caída del aparato no le permite más de un 16.950, pero es desde entonces matemáticamente merecedora de diploma olímpico. Acaba sonriente y se sienta junto a Ruth. «Los sueños se hacen realidad», reza la camiseta que se acaba de poner, y parece que no cabe más felicidad en el rostro de ambas.

Aunque las cámaras están ahora pendientes de la actuación de la coreana, Carolina se ha despegado de su entrenadora y se acerca una por una a las gimnastas que han terminado su rotación, felicitando, consolando y abrazando a compañeras y rivales. Es la magia del deporte y es la magia de Carolina, que se despide por la puerta grande: grande como gimnasta y grande como persona; la veterana de la competición y ejemplo de sacrificio y superación para todas las que vendrán.

«Un diploma olímpico en Río me sabría a medalla», fueron las palabras de Carol. Su diploma nos ha sabido a victoria, aunque esta victoria implique el adiós. Octava del mundo en los Juegos Olímpicos de Brasil, despide Río y despide la rítmica dejando muy alto el listón, y una afición inmensa a la que ha entregado tanto.

Fotografía destacada vía RTVE.

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